Conocer el momento en el que se encuentra una empresa es fundamental, ya que de este modo pueden orientarse las inversiones, medir el grado de intensidad de una campaña de marketing o valorar la capacidad de crecimiento de las ventas de los bienes en el mercado. Desde que arranca hasta que finaliza su labor dentro de la sociedad y de la economía de un sector y de un país, toda iniciativa pasa por cuatro fases dentro del ciclo de vida de una empresa. Te las explicamos en este post.

Introducción o nacimiento

Es el momento en el que debes realizar una mayor inversión. Arranca de una idea de negocio determinada que requiere de un capital inicial para adquirir las herramientas necesarias para poner en marcha la compañía. Dicha inversión abarca, entre otros aspectos, la contratación de trabajadores, la compra de maquinaria, el alquiler o adquisición de terrenos y locales, la mercadería y el almacenaje.

Has de tener en cuenta que, en esta etapa, los gastos son muy superiores a los ingresos. La demanda crece de forma muy lenta, ya que los consumidores aún no conocen los bienes y servicios que ofreces, así como las ventajas competitivas respecto a las empresas del mismo sector y producción.

En esta primera fase, el riesgo de quiebra de la empresa es muy alto. Por este motivo, los inversores se convierten en un factor esencial. Estos deben confiar en que el gasto inicial les reportará un beneficio futuro, pues el mercado absorberá aquello que pretendes vender.

Crecimiento

Cuando tu negocio se ha asentado, ha demostrado su viabilidad y se han ejecutado las inversiones iniciales, llega la fase de crecimiento. En la mayoría de los casos, esta etapa se caracteriza por la aparición de los beneficios. No obstante, financiación e inversión extra siguen siendo dos herramientas muy importantes para que el negocio no se quede a medias y el crecimiento sea robusto y sostenido en el tiempo.

Por otro lado, tu compañía ya tiene un buen conocimiento del mercado, se ha hecho un nombre entre tus clientes, posee una red de contactos amplia y, en definitiva, es reconocible.

Ahora el crecimiento es más rápido, ya que tus clientes aumentan de forma clara en cantidad y calidad. De hecho, puede ser el momento idóneo para incrementar el precio de tus productos, lo que redundará en una tasa de ganancia superior. De forma gradual, la financiación externa debe ir reduciéndose con el fin de que la rentabilidad sea tal que te permita, en esa transición a la siguiente fase, vivir solo con los ingresos ordinarios.

Madurez

Es el momento perfecto a todos los niveles (comercial, financiero, etc.). Todos los esfuerzos que has llevado a cabo desde la idea inicial hasta su puesta en marcha definitiva al fin tienen un sentido. Esta etapa marca el periodo en el que tu empresa alcanza la mayor cuota de mercado y el máximo tamaño en número de empleados, producción, rentabilidad e ingresos.

Tu firma tiene un nombre consolidado y ya no es solo conocida por los clientes, sino también aceptada y valorada. El objetivo ahora es mejorar la eficiencia y lograr un valor añadido con los productos y servicios. Se pueden incorporar nuevas áreas de mercado, bienes complementarios, servicios anexos, etc.

No olvides que, cuanto más dura la fase de madurez, más tiempo permanece la empresa en funcionamiento. Hay firmas, como Mercadona, que tienen décadas de consolidación en esta etapa. Por ejemplo, El Corte Inglés puede presumir de estar casi medio siglo en esta fase, aunque muchos analistas consideran que ha entrado en el inicio del cuarto y definitivo período.

Declive

Es la fase final y arranca con una disminución de las ventas y un descenso en el nivel tecnológico de la compañía, la cual ha perdido ya la batalla del I+D+i con la competencia. Encontramos varios factores que nos indican que se ha llegado a este momento, algunos muy claros. Los trabajadores más formados fichan por la competencia, los ingresos bajan de forma constante, es habitual que haya procesos de despido colectivo o de reducción de jornada y, por último, cada vez son más los clientes que dejan de consumir los productos o solicitar los servicios de la empresa.

Si una compañía ha entrado en esta etapa, no es capaz de darle la vuelta (no es un diente de sierra, sino una caída pronunciada y continua) y los costes son inasumibles con refinanciaciones, ha llegado el momento de finalizar el negocio del mejor modo posible.​​

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